domingo, 11 de marzo de 2012

No me lo esperaba

Durante la semana asistí a mis entrenamientos de box. El día martes, el entrenador nos comentó que habría peleas en otro gimnasio el próximo domingo, que enviaría nuestros datos para ver si nos programaban pelea.

Al día siguiente, al terminar de entrenar recibió una llamada del otro entrenador, que le avisaba que tres de mis compañeros, habían sido programados para pelear.

Un poco decepcionado me resigné a  no participar, a lo que mi entrenador contestó, que no me resignara que asistiría como peleador emergente.

Los días restantes entrené ligeramente pues no pensé que pelearía.

Llegó el domingo, desperté a las 9:30 y desayuné inmediatamente, ya que debían pasar dos horas mínimo antes del pesaje que iba a ser a la una.

Pasé a la casa de mi entrenador por él y mis compañeros,  de ahí nos fuimos al gimnasio donde se realizarían las peleas.

Cuando llegamos, estuvimos esperando por 30 minutos, hasta que nos llamaron para iniciar el pesaje.

Estando ahí observé que no habían llegado muchos peladores que estaban en el programa, fue ahí donde me di cuenta que si iba a pelear, por que los organizadores  iban a realizar una nueva lista de peleas.

Tardaron aproximadamente una hora en salir y darnos el nuevo rol de peleas, en este si estaba yo y me tocaba la palea número nueve.

A partir de ese momento  los nervios se apoderaron de mi cuerpo, ya que sabía que no estaba bien preparado para esta pelea.

Antes de mí peleo compañero mí compañero y perdió en el primer raund, por la vía del cloroformo.

Yo ya estaba muy nervioso y al saber eso me puse aun más, cuando llego la hora me subí al cuadrilátero, comencé a mover los pies de nerviosismo y desesperación porque mi rival no salía. En cuestión de segundos subió mi contrincante, era hora de la batalla.

Sonó la campana, chocamos lo guantes, fue en ese momento que olvide los nervios y me concentré en defenderme. Solo duro unos minutos el intercambio de golpes, cuando una bala perdida toco mi mandíbula y se me nublo la vista. El réferi comenzó el conteo, yo solo levante los brazos en señal de que aun estaba en condiciones de pelar, pero fue mi entrenador el que decidió detener la pelea.

Ahora solo me quedaré con mi derrota, mi dolor de mandíbula y la lección de siempre entrenar duro aunque no pelee.      


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